dimecres, 20 de juliol del 2011

Ha pasado un año, y las mismas sensaciones siguen recientes en mi memoria. Puedo cerrar los ojos y recordar cómo pasaba la vida. Hay imágenes que giran y giran, mis pies se posaban en la ventana y acariciaban el cielo, perfilado por las alturas de los bloques y recortado por las antenas. Yo, atontada, presa por la tranquilidad, contemplaba cómo cambiaban los azules del cielo y se volvían anaranjados. Las horas pasaban, con los sentidos alerta. Recuerdo días de lluvia en agosto, paseando por las calles, mojadas, que reflejaban el brillo de la luna en sus aceras. Recuerdo la inmensidad de la noche, caminando por la ciudad. Los bancos vacíos, las plazas solitarias, el ruido de nuestros pasos...que aún resuena ahora, nítido como el primer día, como la primera mirada. Tantos momentos, tantos recuerdos que permanecen grabados, y sin embargo, todo está tan lejos.
Y ahora, lo veo de nuevo desde una ventana, esta vez distinta, y siento como el tiempo me aleja de todo aquello que una vez me hizo feliz. Sentada en una silla, indiferente, porque no vale la pena tratar de reanimar algo que ha muerto. Los recuerdos están para guardarlos en un lugar seguro, para consultarlos cuando es debido. Las casualidades existen en mi mundo, y se unen a mis esperanzas. La nostalgia está olvidada, en eterno exilio. 17.19.7

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